Imagine a Ananda, un país ficticio, en cuya capital ficticia se ha instaurado un nuevo sistema de transporte público, también ficticio, el cual, sin embargo, ha experimentado inconvenientes reales en su puesta en marcha. Argumentos diversos se han escuchado últimamente de los políticos anandienses sobre las posibles soluciones. Una, si no la más recurrente, tiene relación con la falta de implementación de un sistema de control de flota sobre la red, ausencia que ha provocado, entre otras cosas, largos periodos durante los cuales ningún bus pasa por un paradero, seguido por otro donde un verdadero tren de buses del mismo recorrido pasa uno detrás de otro, aumentando el tiempo de espera de los ciudadanos y su descontento.
El pensar que el sistema de control de flota puede mejorar este aspecto no deja de ser correcto, pero debe ser llevado a cabo en conjunto con otras medidas como son los corredores segregados. Éstos no sólo mejoran la velocidad de los buses, lo que implica por consiguiente un menor tiempo de viaje, sino que además permiten reducir la variabilidad de estos tiempos, debido fundamentalmente a que al compartir los buses la infraestructura con los automóviles se producen eventos como la congestión, fenómeno creciente en la capital de Ananda, que producen variaciones en los tiempos de viaje de los buses en una magnitud que dependerá del grado de congestión presente. Si por el contrario los buses viajaran por vías exclusivas para éstos, los tiempos de viaje serían prácticamente constantes para un mismo trayecto.
¿Dónde está entonces la relación entre el sistema de control de flota y los corredores segregados?